Vil criatura, en resumen, incapaz de un buen movimiento, ni de uno malo por lo demás. No estaba bien ni mal, era insignificante, frecuentemente mal engrasado, gritón y horriblemente vulgar.
Había hecho una enorme fortuna, si cabe hablar de «hacer». El impulso industrial del siglo lo favoreció y por eso se mostraba reconocido a la industria, a la que adoraba como a una diosa. Fue el primero en adoptar para sí y la gente de su casa aquella ropa de hilo férreo que hizo