A Gadamer le gusta hablar del carácter de acontecimiento. Su obra capital debía además titularse «Comprensión y acontecimiento». El título quería decir que la comprensión no es tanto una operación de la subjetividad como un acontecimiento que nos aprehende, y hasta nos sorprende, como hace por ejemplo una obra de arte que nos entusiasma y apasiona con su representación. Quien resulta «prendido» por una obra de teatro o una pieza de música, o por un libro de filosofía, no es dueño de la representación ni es dueño de sí mismo, pero sólo entiende en la medida en que se siente así transportado. La comprensión es más asunto de acontecimiento que de dominio. Por eso, dice, «el comprender debe pensarse menos como una acción de la subjetividad que como un desplazarse uno mismo hacia un acontecer de la tradición, en el que el pasado y el presente se hallan en continua mediación. Esto es lo que tiene que hacerse oír en la teoría hermenéutica, demasiado dominada hasta ahora por la idea de un procedimiento, de un método».36 Llegamos siempre demasiado tarde, dice Gadamer al final de Verdad y método, cuando queremos explicar lo que nos sucede cuando comprendemos. No obstante, se trata realmente de un acontecer de la verdad