Tenía que pasar

Ransom Riggs, Tahereh Mafi, Marie Lu y

je creativo. Mano a mano. Paso a paso. Algunas mañanas me levanto y pienso: «¡Estamos casados, y somos escritores!».

Ni siquiera estaría aquí sin mi mujer, Nicola Yoon. Eres mi amor, mi mejor amiga y mi amiga más rara. Eres la compañera de escritura en la que más confío y una dura caja de resonancia comercial. Me cuesta creer que de verdad estemos juntos en este via

Pero a la mierda los abrazos amistosos. Lo apreté con todas mis fuerzas para que supiera que lo quería.

—La cerveza es malísima —le digo—. ¿Por qué la bebes?

—Es agua de cebada natural —me dice mi padre, y brindamos.

Bebo porque no sé qué decir. Vuelvo a beber. Malísima.

Pero es lo mejor que he bebido nunca.

Like, like, like, like, ¿por qué no? Puedo fingir que son besos que ella no puede sentir.

—Amas lo bastante para llorar —me dice Q—. Te admiro.

La vida se complicó y Joy se asustó. Renunció a nuestro amor. Me doy cuenta de que el amor es una creencia compartida. En cuanto esta creencia se desvanece en cualquiera de las dos partes, paf, todo se cae, como cuando jugando a tirar de una cuerda de repente se va hacia un lado.

Es exactamente lo que no se debe pensar, por supuesto, porque si alguna vez voy a aprender a volar, debería centrar mi mente en otra cosa, en algo totalmente irrelevante, para no llegar al suelo, sino elevarme.

Tú

haces

tu propio

camino