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Bernhard Schlink

Mujer bajando una escalera

Una mujer baja una escalera. La mujer está desnuda, su cuerpo es pálido, el vello del pubis y la cabellera son rubios. Frente al fondo gris verdoso de una escalera y unas paredes difusas, se presenta ante el observador con una levedad en suspenso. Al mismo tiempo, con sus piernas largas, sus caderas redondeadas y plenas y sus firmes pechos, posee una gravidez sensual. Ésa es la figura que aparece en un cuadro del cotizadísimo pintor Karl Schwind. El protagonista y narrador de esta novela lo contempla fascinado en un museo. La fascinación tiene un doble origen: la obra llevaba décadas desaparecida, y además formó parte de la vida de quien nos cuenta la historia. Es un lienzo que conecta el presente con el pasado, cuando él era un joven e ingenuo abogado y le asignaron un caso que nadie en el bufete quería llevar. Un caso cuyo centro era ese cuadro. Estaba deteriorado, dañado, y había una disputa entre el propietario –el millonario Peter Gundlach–, el pintor y la mujer retratada –Irene Gundlach, la joven esposa del millonario–.Y el inexperto abogado se vio envuelto en esa historia triangular en la que no fue un mero testigo… Con su prodigiosa capacidad para narrar de un modo sencillo y ágil lo complejo, para penetrar con sutileza en los recodos más secretos del alma humana, Bernhard Schlink nos regala una novela sutil y prodigiosa que habla del amor, el arte, el engaño, la obsesión, la posesión y la pérdida, el dolor, el peso de los recuerdos y las oportunidades perdidas. De las pasiones y ardides alrededor de un valioso cuadro que representa a una mujer desnuda bajando una escalera.
187 Druckseiten
Ursprüngliche Veröffentlichung
2016
Jahr der Veröffentlichung
2016
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Ersteindruck

  • Antonieta Chávezhat einen Ersteindruck geteiltvor 3 Jahren
    👍Lesenswert

    Me encanta como comienza la historia, por momentos parecía que era un relato nde principios de siglo XLX.

Zitate

  • Antonieta Chávezhat Zitat gemachtvor 3 Jahren
    –La historia continúa. Pero nuestro mundo ya no cambia. Nada lo amenaza, ni el comunismo ni el fascismo ni los jóvenes, que quieren cambiarlo todo. Desde el fin de la Guerra Fría ya no existe alternativa para nuestro mundo. Dígame un solo país que no viva bajo las leyes del capital... No se le ocurre ninguno porque hasta el comunismo chino se ha convertido en capitalismo. La ley del Profeta, por la que los musulmanes matan y mueren, no es una alternativa; sólo es una tarea más para la policía y los servicios secretos. ¿Le preocupan los pobres? Mientras puedan ver la televisión y haya cerveza en la mesa no supondrán una amenaza, y de eso hay bastante.
  • Antonieta Chávezhat Zitat gemachtvor 3 Jahren
    Hacerse viejo para, por fin, ver el mundo es una tremenda tontería. También es una tontería hacerse viejo para participar en la historia del mundo o para ver crecer a los nietos. ¿Y para qué ponerse a leer un libro cuando se sabe que no se podrá leer hasta el final, sino que a la mitad habrá que cerrarlo y ponerlo a un lado?
  • Antonieta Chávezhat Zitat gemachtvor 3 Jahren
    Me pareció kitsch. ¿Era kitsch la mujer que bajaba la escalera a mi encuentro? No lo sé. La confusión de violencia y seducción, resistencia y entrega me turbaba. No es un terreno en el que me haya encontrado jamás con las mujeres. Y no se ajustaba a la forma en que había vivido yo entonces la relación con Irene Gundlach. ¿O es que lo había entendido todo mal?

    No me apetecía seguir pensando en aquello. Afortunadamente llevaba conmigo el libro y la botella de vino tinto. Yo no leo novelas, sino libros de historia. Lo que ha sucedido en realidad es distinto a lo que la gente cree. Si aprendemos algo de la historia, aprendemos de la realidad y no de una quimera, a veces genial pero casi siempre estúpida. Y quien piensa que las novelas tienen más colorido que la historia no pone a trabajar la fantasía y no se imagina a César que ama a Bruto como a un hijo y es apuñalado por él; a los aztecas que se infectaron con las enfermedades de los blancos y quedaron diezmados incluso antes de entrar en combate con ellos, o a las mujeres y los niños que iban siguiendo al ejército napoleónico y, al atravesar el Beresina, fueron pisoteados en la nieve o arrojados a sus heladas aguas. Tragedias y comedias, buena suerte y mala suerte, amor y odio, alegría y tristeza... La historia lo ofrece todo. Las novelas no pueden ofrecer más.

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