Dos letras

También yo amo la noche o, como dijo Rilke, yo creo en las noches. Soy –fatalmente– hija de la noche así como tú eres un hijo de la noche.

debería dedicar más a otra gente o nada a nadie. Elijo lo último.

Antonio,

no sé cómo empezar estas líneas, pero sí sé que necesito escribirte, porque vos y yo estamos más cerca que nunca. El triángulo se ha cortado –pero solo físicamente. El 26 de septiembre, Alejandra se suicidó. Lo dije. Ya está en blanco y negro. Estoy sola, en un país extranjero. No estuve con ella. No pude acompañarla.

El 26 de septiembre, Alejandra se suicidó. Lo dije. Ya está en blanco y negro

Te concedo toda la libertad para descifrar esos símbolos que adivinas; es obvio que me interesaría conocer tus deducciones. Y tú ¿por qué pusiste una cadena con una cruz sobre el precioso cuerpo amarillo de la dama de cabellos verdes? Por cierto que el artista (tú) no tiene por qué saber el por qué

Perdóname, por favor, mi lenguaje abstracto y, por añadidura, poco conciso. Solamente te pido que me esperes y que jamás des en pensar que mis silencios son originarios en una desatención o en un tratamiento frívolo de ese vínculo incomparable que Ilaman amistad.

a pesar de las apariencia desastrosas,

una muestra de un fino y sutil olfato esto de haber dibujado, para mis poemas, un animal.

Te mando un beso imbuido de ternura, mon tres cher

Alejandra

Antonio, el mi amigo tan querido: Lo sé; mi silencio no admite justificación. Pero pronto te escribiré largamente.

Entre tanto te digo que mis “Obras escogidas” estarán (verbo peligroso) listas para abril o mayo.