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Santiago Lorenzo

Las ganas

Benito vive desganado, aunque se muere de ganas: anda destrozado porque lleva tres años sin sexo. Por eso colecciona llaveros, sufre lo indecible cuando ve a una mujer bonita en el metro y bebe demasiado chinchón. Sólo se lo ha contado a su hermana,
aunque todo el mundo, también en el trabajo (es químico y emprendedor; es decir: empresario pobre) nota su abstinencia y su angustia. Sus problemas podrían tener una salida: María.

«Sentía envidia de María porque ella estaba consigo misma. Sólo le cupo razonar el desperdicio que sería que ellos dos no se juntaran para siempre. “Te quiero porque quiero parecerme a ti”, le escribió un día (por supuesto, No enviado). Con la sospecha feliz de que si se hicieran novios y rompieran, les costaría un trabajo ímprobo dejar de ser amigos. Sería un trabajo que nadie se tomaría, de puro irrealizable.”

«A Santiago Lorenzo no sólo hay que leerlo: hay que idolatrarlo.»
Mercedes Cebrían
«Santiago Lorenzo explica como nadie el despropósito que lo cotidiano tiene en las clases populares. Un gran escritor, de talento y honesto.»
Javier Pérez Andújar
«No compite con nadie. Pero de tener contrincantes, seguiría siendo el mejor.»
Carlos Zanón, Babelia
209 Druckseiten
Copyright-Inhaber
Bookwire
Ursprüngliche Veröffentlichung
2020
Jahr der Veröffentlichung
2020
Zeichner
Gorka Olmo
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Zitate

  • G Pinhat Zitat gemachtvor 3 Jahren
    Pasárselo bien con alguien consiste en experimentar la ilusión óptica de que el ayuntamiento, ya era hora, ha arreglado la ciudad; un núcleo que, por fin, ha mejorado mucho.
  • G Pinhat Zitat gemachtvor 3 Jahren
    unca he entendido por qué a la gente le importa lo de ser feo o guapo. Si luego todo el mundo se besa con los ojos cerrados.
  • G Pinhat Zitat gemachtvor 3 Jahren
    se enamoró de ella pensando. Sintiendo también, pero pensando sobre todo. A Benito, de María le dejaron tonto su curiosidad, su inventiva, su cachondearse de todo, sus ganas de mirar, de estar allí, su sentido común, que quería común al suyo; su verbo enloquecido, su capacidad de asociación, su coco tutti-frutti. Pero la cosa era aún mucho más grave: todas estas virtudes y usos encomiables no le valían a María para resultar erudita, magnética, sabia, capaz, intersantísima (que también). Sino para ser —para resultarle a él—, sobre todo, concluyentemente divertida. Para revelársele a Benito como un festival de pasmos delirantes, una rave sin fin que dejaba chiquitas las del Benicàssim ese. Sentía envidia de María porque ella estaba consigo misma.

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