La madriguera del zorro

No es el mundo el que es cruel —dijo Neil—. Es la gente que lo habita.

Oye, Nicky. —Andrew habló en alemán, en un susurro teatral⁠⁠—. No lo toques, ¿comprendes?

—dijo.
—Nadie sabía que iba a ser el último partido —respondió Neil mientras observaba la cancha.
La derrota del Millport aquella noche suponía quedar eliminados del campeonato estatal a dos partidos de la final. Tan cerca y a la vez tan lejos. Así, sin más, la temporada había terminado. Los trabajadores ya estaban desmontando la cancha, desencaj

escalones de hormigón. El entrenador tiró la colilla arrugada y se volvió hacia él.
—Pensé que harían una excepción esta noche —dijo.
—Nadie sabía que iba a ser el último partido —respondió Neil mientras observaba la cancha.
La derrota del Millport aquella noche suponía quedar eliminados del campeonato estatal a dos partidos de la final. Tan cerca y a la vez tan lejos. Así, sin más, la temporada había terminado. Los trabajadores y

escalones de hormigón. El entrenador tiró la colilla arrugada y se volvió hacia él.
—Pensé que harían una excepción esta noche —dijo.
—Nadie sabía que iba a ser el último partido —respondió Neil mientras observaba la cancha.
La derrota del Millport aquella noche suponía quedar eliminados del campeonato estatal a dos partidos de la final. Tan cerca y a la vez tan lejos. Así, sin más, la

—Pensé que harían una excepción esta noche —dijo.
—Nadie sabía que iba a ser el último partido —respondió Neil mientras observaba la cancha.
La derrota del Millport aquella noche suponía quedar eliminados del campeonato estatal a dos partidos de la final. Tan cerca y a la vez tan lejos. Así, sin más, l

escalones de hormigón. El entrenador tiró la colilla arrugada y se volvió hacia él.
—Pensé que harían una excepción esta noche —dijo.
—Nadie sabía que iba a ser el último partido —respondió Neil mientras observaba la cancha.
La derrota del Millport aquella noche suponía quedar eliminados del campeonato estatal a dos partidos de la final.

escalones de hormigón. El entrenador tiró la colilla arrugada y se volvió hacia él.
—Pensé que harían una excepción esta noche —dijo.
—Nadie sabía que iba a ser el último partido —respondió Neil mientras observaba la cancha.
La derrota del Millport aquella noche suponía quedar eliminados del campeonato estatal a dos partidos de la final. Tan cerca y a la v

—¿Crees en el destino?

Neil oyó el ligero desprecio en la voz del otro.

—No. ¿Tú?

—En la suerte, entonces —dijo Aaron, ignorando la pregunta.

—Solo en la mala.

—Obviamente, nos halaga mucho que nos tengas en tan alta estima.

La cárcel no detendría a su padre durante mucho tiempo