Mary; Maria Mathilda

¿por qué no la amaba, se sentaba a su lado, apretaba su mano y contemplaba aquello que no puede expresarse?; amable lectora, yo te lo diré: ninguno de los dos sentía nada que no pudiera expresar.

Ninguna novia contempló con más gozo su atuendo de boda que yo al imaginar mi cuerpo envuelto en el sudario. ¿No es acaso mi vestido nupcial? Solo él me reunirá con mi padre, en una unión sin fin en la que nunca más estaremos separados.

En realidad, estoy enamorada de la muerte.

Era uno de los últimos días de septiembre, cuando las noches se hacen más frías, pero el tiempo estaba sereno, y no me invadió ninguna meditación malsana durante mi camino.

»¿Me habéis oído bien? He aprendido el lenguaje de la desesperanza. Lo conozco de memoria porque yo soy la desesperanza.

Sois cruel, muy cruel, por tratarme de esa forma grosera, a mí que sangro por todos los poros de mi piel».

Me impresionó su extraordinaria belleza, y cuando habló para darme las gracias, la entonación dulce y melancólica de su voz me hizo llorar.

yo, que fui alimentada por las lágrimas y bañada en el rocío de la aflicción durante tantos años

era como un lugar perdido en una montaña, cercado por todos lados por negros precipicios, al que no puede llegar ningún rayo de sol, sin salida alguna hacia campos más alegres.

Estaba encerrada en mí misma, criatura solitaria y egoísta que recordaba sin cesar sus quejas y esperanzas vanas.