Natalia Ginzburg, audazmente tímida

Allí, entre esas paredes, se plasmó nuestra educación política, cultural, moral, allí mil y una veces hicimos y deshicimos la historia.

Leone ingresó al legendario Liceo Classico Massimo d’Azeglio donde, entre otros, conoció a los hermanos de Natalia, a Cesare Pavese, Giulio Einaudi, Norberto Bobbio y Vittorio Foa. “Ese liceo” –según Foa– “era una buena escuela para la futura clase dirigente burguesa. L

A eso de los doce años, decidió que quería ser judía y dejó de comer jamón, como había visto que hacía su abuela. Pero una semana más tarde, renunció.

para él un literato, un crítico, un escritor representaban algo despreciable, frívolo y también equívoco. Era un mundo que le repugnaba

Para ese entonces, los hijos mayores habían partido.

por fin se instaló un teléfono.

Ante la pregunta desesperada de Natalia –“¿Pero nosotros qué somos?”–, los hermanos le explicaban: “¡Somos nada! Somos mezclados, mitad judíos y mitad católicos, o sea, nada”. Natalia sufría por esta falta de pertenencia. Habría querido tener al menos una religión.

los niños crecían y necesitaban zapatos nuevos, abrigos y libros escolares

Natalia: la última de cinco hermanos.

Es la foto de nuestras vidas que elegimos mostrar: sus claroscuros, sus incomodidades, su belleza, en lo que la autora llama “la canción de la vida”. Lo que da sentido a la escritura de la experiencia personal no son los hechos, sino esa melodía.