La última Torre

—Ángel o demonio, te sigo queriendo, amando y deseando de la misma forma.

¿Qué haría al día siguiente cuando no despertara a mi lado? ¿Y al siguiente? ¿Y al otro? Y, lo peor, ¿durante el resto de mi existencia?
Conduje mis pasos hacia la puerta de la habitación, me apoyé en el marco antes de salir y la miré por última vez.
«Por última vez…», pensé.
Era extraño para mí ese sentimiento desgarrador que hacía que sangraras por dentro, que te partía en dos.
La amaba, la amaba más que a mi propia vida, y solo deseé que el día de mañana, cuando consiguiera asimilar los cambios, se diese cuenta de que mi única intención fue darle la libertad que tanto ansiaba, aunque con ello mi cadena fuese perpetua.

Siempre nos han contado que los malos tienen que morir, rendirse a las miserias que los demás les ofrezcan y acatar las órdenes de personas como tú. —Lo apunté con mi dedo. Achicó sus ojos de forma intimidante, atento a cada una de mis palabras—. Pero —hice una pausa— lo que no nos cuentan es que los malos, casi siempre, son los que ganan.

En ese caso, nunca me rompas el corazón a mí —murmuré sensual—, porque yo también te amo.

—Ángel o demonio, sigo queriéndote, amándote y deseándote de la misma forma.

Parecía un demonio elegante recién salido del infierno para incitar al pecado y la lujuria sin medida.

Me siento igual de vivo que ese fuego cuando estoy contigo. Y no pienso dejar que se apague nunca.

Quiero que me necesites en tu vida como el aire para respirar.

Quiero ser esa droga que me pides. Que cada día la necesites más. —Volvió a rozarse, esa vez tomando un poco de profundidad—. Que te levantes y te duermas pensando en las veces que tomo tu cuerpo a mi antojo para llevarte a un abismo del que no puedes salir. —Se introdujo por completo en mi interior, haciendo que soltase un jadeo ahogado—. Quiero que no olvides cada rastro de mi boca sobre tu cuerpo y que recuerdes que no necesitas nada más para poder sobrellevar los problemas que te atormentan.

¿Cuánto se suponía que íbamos a estar separados? ¿Era eso lo que me preocupaba de verdad o lo eran los constantes latidos de mi corazón que quería salir desbocado? No tenía la respuesta de por qué estaba sintiendo cosas tan sumamente fuertes hacia Jack, pero me asustaba. Me asustaba y mucho.