—Kyle, ¿alguna vez has sentido que te había abandonado?
Kyle estaba poniendo la mesa.
—Bueno, no diría abandonado… A veces te enfadas y te apartas. Entonces siento que me castigas. No lo haces mucho, pero cuando lo haces, no es agradable.
Se dio la vuelta y subió corriendo las escaleras. Se tiró en su cama, donde odió su vida y reflexionó mirando al techo. Hasta que se dio cuenta: había besado al chico que quería. Y ese chico le había besado a él también.
Eso fue todo lo que necesitaba Kyle. La cabeza de Jason se inclinó hacia la derecha y Kyle sintió que su propio cuerpo se dirigía hacia allá como un trineo se desliza por una pendiente muy pronunciada.
Excepto que sus bocas no encajaron. Aunque eran de la misma altura, la nariz de Kyle chocó con el labio superior de Jason y Kyle se quiso morir de vergüenza. ¡Una nariz! ¿Pero qué estaba haciendo ahí una nariz? No había ningún lugar bueno donde ponerla.
Nelson sintió la calidez de la sudadera de Kyle. Olía a él, un olor agradable a piscina con cloro. Nelson enterró la cabeza en la manga e inspiró con fuerza. A lo mejor Shea tenía razón. A lo mejor sí que estaba enamorado de Kyle.