—Muchacho —dijo Teft—, he visto katas antes. Pero nunca una así. La forma en que te movías…, la velocidad, la gracia… Y había una especie de spren revoloteando a tu alrededor, entre tus acometidas, brillando con una luz pálida. Era precioso.
Roca se sobresaltó.
—¿Pudiste verlo?
—Claro. Nunca había visto un spren igual. Pregúntale a los otros hombres…, vi a unos cuantos señalando.
Kaladin miró con el ceño fruncido a Syl, que todavía estaba sentada sobre su hombro, recatada, las piernas cruzadas y las manos en las rodillas, procurando no mirarlo.
—No fue nada —repitió Kaladin.