Slow Productivity

Mi recomendación aquí es simple: trabaja como máximo en un proyecto al día.

En medio de esta incertidumbre, surgió una alternativa: utilizar la actividad visible como indicador aproximado de la productividad real. Si me puedes ver en mi despacho, o si trabajo desde casa y llegan con regularidad mis respuestas por correo electrónico y chat, entonces al menos sabes que estoy haciendo algo. Y se supone que, cuanto mayor sea mi actividad, más aporto a los resultados de la empresa. De la misma manera, cuanto mayores son mis ocupaciones como autónomo o empresario, más seguro puedo estar de que hago todo lo posible para conseguirlo.

se trata de un sistema formal que se pueda explicar con facilidad, sino más bien un estado de ánimo, una atmósfera genérica de actividad significativa, mantenida de forma frenética

Quienes trabajan en el sector del conocimiento, por el contrario, se enfrentan a cargas de trabajo complejas y en constante cambio

SEUDOPRODUCTIVIDAD
El uso de la actividad visible como medio principal para aproximarse al esfuerzo productivo real.

al no haber otras medidas más sofisticadas de la eficiencia, dejamos también a un lado las tareas difíciles y nos dedicamos a otras más superficiales y concretas, que son las que antes podremos tachar de la lista de pendientes

en el sector del conocimiento los propios individuos toman las decisiones sobre la organización y ejecución del trabajo. Las empresas pueden estandarizar, por ejemplo, el software que usará su personal, pero luego cada cual elige los sistemas para asignar, gestionar, organizar, colaborar y, en última instancia, efectuar las tareas.

motivo de tal deterioro fue la llegada, en esa década, de los ordenadores. En un entorno en el que la actividad es un indicador aproximado de la productividad, la introducción de herramientas como el correo electrónico (y, más tarde, Slack), que indican de forma visible y con un mínimo esfuerzo que un individuo está ocupado, llevó de forma inevitable a que el trabajador del conocimiento dedicara más tiempo al día a hablar de su trabajo, de la manera más rápida y frenética posible, a través del incesante intercambio de mensajes electrónicos.

La llegada, más tarde, de los ordenadores portátiles y otros dispositivos, como los Smartphones, empeoró aún más esta tendencia, al extender la necesidad de demostrar que se está trabajando más allá de la jornada laboral, y persiguiéndonos incluso en casa por la noche o mientras asistimos a un partido de fútbol de nuestro hijo el fin de semana. Es cierto que los ordenadores y las redes sociales han abierto muchas posibilidades, pero al combinarlos con la seudoproductividad acaban sobrealimentando nuestra sensación de saturación y distracción, lo que nos lleva a su vez a colisionar con la crisis de burnout que sufrimos hoy en día.

En un mundo saturado de información, es común sentirse abrumado en lugar de capacitado.