Clara como un fantasma

No sabía qué hacer. Si iba al baño haría ruido y mamá dejaría de llorar, pero no sería de ayuda. Tenía que ver qué pasaba, si estaba bien, si necesitaba compañía, hablar con alguien, ser escuchada. Me armé de valor, apreté las piernas para no hacerme pis y toqué

Al llegar a la presidencia encontramos más seguridad que en cualquier otra parte. Se amotinaban hileras de policías y militares para que no causáramos problemas, como si el problema del país fuéramos nosotros, quienes queríamos sentirnos a salvo y recuperar a los desaparecidos

Estar con Sara y Lily era quitarme importancia. Ignorar mi voz que era un susurro desinflado, mis dedos que ya estaban cincuenta por ciento transparentes o hasta mi falta de tacto

“Aunque parezca que no puedas leerte, no dejes de escribir tu vida.”

Volví a casa dando lástima, como si hubiera perdido un reino que nunca existió. Ni siquiera cené. Fui directo a la cama y me puse a llorar por Meme, por ella, por mí, por quienes me parecían más un sueño que seres de este mundo

Me obsesioné con los fantasmas. Pero no con los que son puro espanto, sino con los fantasmas que vagan perdidos en sí mismos, atrapados en algún lugar sin tiempo, sin cuerpo, sin sentido

de que a veces se juntaban sin avisarme. Cuando se enteraron de que iba a terapia con la señorita Bracco, me miraron como se observa a un insecto con las patas hacia arriba: con lástima, pero sin aplastarlo ni ofrecerle ayuda

me rompía un pie, me hubiera prestado su hombro para apoyarme. Si no tenía para comprar un libro, me lo hubiera regalado. Pero si le decía lo mucho que me afectó haber visto cómo secuestraban a una chica, se mordía el labio inferior y cerraba las cortinas para que no viera todo lo horrible que hay allá afuera

me rompía un pie, me hubiera prestado su hombro para apoyarme. Si no tenía para comprar un libro, me lo hubiera regalado. Pero si le decía lo mucho que me afectó haber visto cómo secuestraban a una chica, se mordía el labio inferior y cerraba las cortinas para que no viera todo lo horrible que hay allá afuera

A veces pensaba que, más que persona, yo era un brócoli: algo pequeño, de apariencia agradable y extraña al mismo tiempo. Saludable, pero con poco sabor. Un vegetal al fin y al cabo