pueblos a una eran exterminados por igual sin consideración alguna de la dignidad por la espada y por el fuego, y no había quien diera sepultura a los que habían sido asesinados de manera tan cruel. Y así algunos de los desdichados supervivientes, apresados en los montes, eran degollados en masa; otros, muertos de hambre, se adelantaban a entregarse a los enemigos, dispuestos a sufrir perpetua esclavitud para recibir la ayuda de algo de alimento, si es que no