Bajo la puerta de los susurros

—Siempre hay una primera vez.

Tal vez fue porque las estrellas refulgían y se extendían hasta el infinito en el cielo.

No eran una familia pródiga en muestras de afecto. Como máximo, su padre le estrechaba la mano y su madre le daba un apretón en el hombro cuando estaban complacidos con él.

Si vives lo suficiente para aprender a amar a alguien, llegará un momento en que conocerás el dolor.

Cuando llegó a la puerta, Wallace tomó la mano que Hugo le tendía sin vacilar.

—Wallace —dijo Nelson—. Eras un gilipollas.

Wallace se atragantó.

La visita guiada por el dormitorio de Hugo salió a las mil maravillas. Efectivamente, era mucho mejor sin ropa.

Besó a su vez a Hugo. Sediento de él, buscó los restos de té en su lengua. Wallace lo besó con toda el alma, dándolo todo de sí mismo.

Hugo lo besó. Le tomó el rostro entre las manos y lo besó como si fuera lo último que haría en la vida

—Os quiero. A todos. Habéis hecho que mi muerte valiera la pena. Gracias por ayudarme a vivir

Y lo único que he aprendido sobre lo que significa ser humanos es que no podemos hacerlo solos. Cuando estamos perdidos, necesitamos ayuda para volver a encontrar nuestro camino.