«Veía a Guardiola como una persona mística. La forma en que vestía —siempre de negro—, el hecho de que a veces se quedara tan callado, constantemente analizándolo todo, una y otra vez, que por qué habíamos ganado, por qué habíamos perdido, por qué habíamos perdido el balón… A veces su obsesión resultaba excesiva».