no podemos olvidar que la fe verdadera siempre ora, y cuando un hombre profesa fe en el Señor Jesús, pero no invoca al Señor todos los días, no osamos creer en su fe ni en su conversión.
La regeneración verdadera implanta un odio por toda maldad, y donde hay deleite en un pecado, la evidencia resulta fatal para la esperanza sana. No es necesario que el hombre beba doce venenos para destruir su vida, uno es más que suficiente.
contrario. Libertado del temor que hace de la salvación propia un objeto más presente que la salvación de la propia maldad e inspirado por una santa gratitud a su Redentor, el hombre regenerado llega a ser capaz de practicar la virtud y está lleno de entusiasmo por la gloria de Dios.