La Galatea

Con tantas lágrimas acompañaba la enamorada pastora las palabras que decía, que bien tuviera corazón de acero quien dellas no se doliera.

Los sospiros que entonces di, las lágrimas que derramé, las lástimas que hice, fueron tantas y tales, que ninguno me oyera que por loca no me juzgara

Pastora en quien la belleza

en tanto estremo se halla,

que no hay a quien comparalla

sino a tu mesma crüeza.

Mi firmeza y tu mudanza

han sembrado a mano llena

tus promesas en la arena

y en el viento mi esperanza.

Nunca imaginara yo

que cupiera en lo que vi,

tras un dulce alegre sí,

tan amargo y triste no.

Mas yo no fuera engañado

si pusiera en mi ventura,

así como en tu hermosura,

los ojos que te han mirado.

Pues cuanto tu gracia estraña

promete, alegra y concierta,

tanto turba y desconcierta

mi desdicha, y enmaraña.

Unos ojos me engañaron,

al parecer pïadosos.

¡Ay, ojos falsos, hermosos!,

los que os ven, ¿en qué pecaron?

antes que las estrellas perdiesen del todo la claridad

Bien se conoce que amor

está de mil bienes lleno,

pues hace del malo bueno,

y del qu’es bueno, mejor.

un dolor con renombre de alegría

Oh venturoso para mí este día,

do pude poner freno al triste llanto,

y alegrarme de haber dado mi vida

a quien dármela puede

No se llama de amor el llanto, llanto,

ni su muerte llamarse debe muerte,

ni a su noche dar título de noche

que yo mesma de mí mesma me maravillaba.

qué os diré yo de lo que mi alma sintió, viéndome tan cerca de quien me la tenía robada