Habían pasado siete meses desde «lo de Olga». No fue una relación, no, claro que no. Duró ocho días, pero dentro de esa medida del tiempo que se cuenta con las sensaciones y con las emociones. Ahí duró demasiado.
Ocho días que podían desglosarse en cinco de pasión desbocada, de piel ansiosa, de manos inquietas, dos de amor, uno de confusión y arrepentimiento. Después de esas vacaciones, Olga regresó a casa con su novia en Barcelona.