Estaba prácticamente solo, y ¿por qué debía continuar viviendo? No había realmente ninguna razón, aunque tenía la melancólica sensación de que debía continuar, porque aún no había logrado la muerte. Ella, como el amor, le había mirado durante un instante. Después se había vuelto y lo había abandonado para que «jugara el juego». Y él tendría que jugarlo durante tanto tiempo como su abuelo. Y retirarse igual de absurdamente.