emisores especiales que registraban toda vibración y la transmitían sólo a aquellos que tenían los receptores correspondientes, utilizando ciertas corrientes magnéticas; aparatos éstos ya hoy en desuso por poco prácticos.
Había en la falda del Ajusco, adonde llegaban los últimos barrios de la ciudad, un gimnasio para mamíferos, en el que éstos se reunian los días de fiesta, y casi pegado al gimnasio un gran salón de conciertos, muy frecuentado por los mismos.
La Naturaleza, empero, nos reservaba para más altos destinos que el de ser comidos a perpetuidad por nuestros tiranos. El progreso, que es la condición de todo lo que alienta, no nos exceptuaba de su ley
Desde aquel día nuestro destino quedó fijado en la existencia: el hombre había inventado la máquina, y aquella estaca puntiaguda fué su cetro, el cetro de rey que le daba la Naturaleza...