Libro de las canciones

Ahora sé también que en el mundo es posible dedicarse a todo, siempre y cuando nos pongamos los guantes apropiados para ello. Además

Oh, bella esfinge –gorjeó el ave–.

Oh, amor! Dime, ¿qué sentido tiene

que mezcles con la muerte y sus pesares

la inefable fruición que nos ofreces

Dejad que yo sea un anciano que ame la juventud y que, pese a su senilidad, participe en sus juegos y peligros! ¡Que me tiemble y se me entrecorte la voz, con tal de que el sentido de mi palabra permanezca animoso y fresco

Ay, dioses! No os pido que me dejéis la juventud, pero sí sus virtudes, el rencor desinteresado, la lágrima abnegada. ¡No permitid que me vuelva un vejestorio refunfuñón que regaña, envidioso, a los espíritus más jóvenes o un abatido llorón que no para de berrear por los buenos tiempos de otrora…

Desde hace algún tiempo siento cierta aversión a todo discurso versificado y, según he oído, en algunos coetáneos se ha despertado una aversión pareja. Creo que se han vertido demasiadas mentiras en versos hermosos y que la verdad teme aparecer en vestiduras métricas

¡Yo, desdichado Atlas, de quebrantos
un mundo entero he de soportar!

¡Necio es el mundo, además de ciego
y su absurdo aumenta cada día!

La fantasía, espumante,
es el corcel de batalla;
de escudo les sirve el arte,
la poesía de espada.

cuando besé el resplandeciente rostro,
la suerte mía estaba decidida.
La escultura de mármol se animó;
a jadear se puso aquella piedra

Creo que se han vertido demasiadas mentiras en versos hermosos y que la verdad teme aparecer en vestiduras métricas.