Más tarde, cuando la revuelta alcanzó su punto álgido, a finales de 1937 y comienzos de 1938, se produjo un conflicto interno aún más intenso entre los palestinos derivado de la agria división surgida entre los leales al muftí, que no apoyaban ningún tipo de compromiso con los británicos, y sus adversarios, liderados por el exalcalde de Jerusalén Raghib al-Nashashibi, que adoptaban una postura más conciliadora.