Electric Idol

Sí, a mí también me sorprendió las primeras veces. Te acostumbras. —Duda—. A veces es hasta agradable, sobre todo cuando te dejan ayudar.

—¿Qué probabilidades hay de que decida envenenarme?

Eres mío, Eros Ambrosia. —Me estiro y rozo un beso sobre sus labios—. Y soy tuya.

Todavía no. Todavía no estoy preparada para dejarte ir.

—Nunca tienes que dejarme ir.

Entre sus palabras y sus caricias, estoy perdida. Mi orgasmo me atraviesa, arrancando un grito de mis labios.

—¡Te amo!

También te amo. Psique. Te amo tanto, joder.

Te amo.

Su sonrisa es amplia y feliz y está libre de cualquier sombra.

—Dilo otra vez.

Lo monto lentamente, asegurándonos a los dos con el tacto y el placer que esto es real, que no irá a ninguna parte.

—Te amo.

Tómame delante de todos los espejos de esta casa, esposo mío. Vamos a darles un buen uso.

—Eros, seguro que no estás sugiriendo hacerme fotos sucias.

—Eso es exactamente lo que estoy sugiriendo. —

Eso es exactamente lo que estoy sugiriendo. —Me toma los pechos y se inclina para prodigar besos sobre ellos—. Solo para nosotros. Solo para nosotros