Asesinato en la plaza de la Farola

Media docena de vecinos se arremolinaba en la escalera con cara de estupor.

parecieron reaccionar como si despertaran de una pesadilla.

no lo sabemos, todavía no lo sabemos.

desde el gran ventanal se veían los tejados del centro de la ciudad

«No sería bueno para ninguno de los dos», dijo Silvia en voz alta,

aquella época el negocio de la coca daba para eso y para mucho más: tapar bocas y abrir puertas era solo cuestión de dinero.

desvió la vista hacia otro lugar para que Romerales no se incomodara más de lo que ya estaba. Finalmente, el inspector tomó asiento

Desayunó bajo aquel sol maravilloso y el azul intenso del mar, con el decorado de fondo del tómbolo de Peñíscola, como un viejo barco de piedra varado, tal como había dicho la abuela

levantó la mano como si estuviera en el colegio

–La muerte nos hace bailar a su antojo.