Ilíada

Una vez que la ola del mar les lavó el abundante sudor

575de la piel y se refrescaron el corazón con la brisa,

se metieron en unas bien pulidas bañeras y se bañaron.

Y una vez bañados y ungidos de graso aceite, ambos

se sentaron a cenar

«Ea, dime, preclaro Ulises, excelsa gloria de los aqueos,

545cómo habéis capturado esos caballos: ¿metiéndoos en la multitud

troyana, o un dios os ha salido al paso y os los ha procurado?

Mientras revolvía estas dudas en la mente, Atenea

se presentó a su lado y dijo a Diomedes, de la casta de Zeus:

«Acuérdate ya, hijo del magnánimo Tideo, del regreso

510a las huecas naves, si no quieres volver en despavorida huida,

no sea que otro dios despierte también a los troyanos.»

Así habló, y comprendió que la voz de la diosa había hablado

y montó aprisa en los caballos. Ulises los arreó con el arco,

y éstos echaron a volar hacia las veloces naves de los aqueos.

abalanzándose con la espada y le cortó los dos tendones.

Aún emitía sonidos cuando su cabeza rodó por el polvo.

Y le quitaron el morrión, de piel de marta,

la piel de lobo, el retráctil arco y la larga lanza.

460El divino Ulises como ofrenda a Atenea, diosa del pillaje,

alzó todo en las manos a lo alto y pronunció esta plegaria:

«Acepta gustosa esto, diosa. Eres en el Olimpo la primera

de todos los inmortales que honraremos con estos dones

Dolón ya iba a suplicarle, cogiéndole el mentón

455con recia mano, cuando Diomedes le golpeó en pleno cuello

«Dolón, no te hagas conmigo ilusiones de que vas a huir

«Dolón, no te hagas conmigo ilusiones de que vas a huir

Héctor, junto con todos los que son sus consejeros,

415delibera en el consejo junto al túmulo del divino Ilo
[170]
,

lejos del fragor. Sobre las guardias que preguntas, héroe,

no hay ninguna elegida que vigile y guarde el campamento.

Infórmanos de lo que planean entre sí, bien si arden en deseos

Aquiles, a quien dio a luz una madre inmortal