En el Teatro del Oprimido, donde los oprimidos crean las imágenes de sus propias opresiones, esta relación se transforma en simpatía: sym, con. Ya no somos conducidos, sino que conducimos. La emoción ajena ya no me invade, sino que proyecto la mía. Soy el sujeto de la acción. Si no soy yo, es alguien como yo quien realiza la acción: somos sujetos.