Ya era tarde

No sé qué quiero decir, sé
que quiero decirlo.

Parada sobre la estatura

del presente,

atisbo mi ciudad,

mi país,

el mundo.

El escenario se niega

a desplegar una esperanza.

Muchas lunas han viajado
desde entonces
mostrando su redonda y blanquísima
opulencia.
Comparé la densidad de tus pupilas
con el envés jamás visto de su cara.
La lobuna materia de tus ojos,
sus luces nocturnas,
el hambre opaca de tu voz,
el roce de tus dedos en los míos
me alteraron.
Apenas pude contener
al cuerpo que, renaciendo,
yo dejaba morir.
Le vedé mostrarte mis orillas,
palpar la fiera consistencia
de tu piel.
Y así agonizó ese encuentro
postergado.

Tiemblo enredada en el deseo
de tomar la pluma
sin tener objeto claro.
Sólo el ansia…
No sé qué quiero decir, sé
que quiero decirlo.
Revuelo de entrañas
al impulso de mi mano
sin propósito,
sin más razón
que apacentar la urgencia.
La tinta delinea
palabras que pugnan
por dejar su encierro.

Lluvia que antes avivó
la sed de un tacto
voraz y renovado

Preso, el poeta se mira sitiado
en su epidermis,
pero ¿dónde más se traza la frontera,
los límites del cuerpo?
El tejido es dique
para una turbulencia sin mesura

sin orillas, sin volumen

Dónde quedó la niebla

Luciérnagas fugaces, imposibles:
aquellas presencias.

Polvo sideral que conforma y
que destruye