El mejor del mundo

Sí, podía seguir haciéndolo, por supuesto, tenía hasta ese punto la frustración domesticada.

No merecía la pena dejarlo allí, esperando a alguien que obviamente no iba a fumar más.

Se abandonaba a que nada le resultase digno de preocupación, y sin más lo ignoraba.

olvió a parecerle que la suma de la mañana y la tarde poseía una densidad intolerable.

Nadie parece escucharlo.

Algunos días la vida real se pone a la altura de su versión imaginada, idílica.

Todo el mundo se detiene en su empresa a admirar el ataúd, a fotografiarlo, a preguntar de dónde salió, cuánto cuesta, dónde se compra, de qué está hecho, a quién van a meter dentro.

. Se siente investido de un extraordinario poder. En su cabeza es omnipotencia, casi inmortalidad, al menos hasta el día en que pase lo peor.