Mírame Y Dispara

—¡No puedes hacer nada aquí! ¡Solo pondrías tú vida en peligro!

—¿Y la tuya? ¿Acaso no importa?

—Eso es lo que estoy haciendo, poner mi vida a salvo. —Le miré con todo el amor que sentía. Su vida era yo.

La vi caer y en ese momento supe que estaba enamorado de ella.

Era consciente de lo poco que valía mi vida si él no estaba a mi lado. Todo lo que para mí tenía significado llevaba su nombre.

Me hubiera gustado quedarme allí para siempre, aferrada a su pecho, en contacto con su cálida piel, y dejando que los minutos pasaran sin más. Sin complicaciones. Solo él y yo.

Dejamos que el silencio fluyera para notar solo el contacto de nuestros cuerpos desnudos.

Le deseaba más que a nada y a nadie en el mundo, y supe que necesitaba sentir aquello cada noche de mi vida.

No le había dicho «Te quiero», pero ella había comprendido que todo aquello significaba mucho más que esas palabras

La dejaría ir si me lo pedía, pero, si lo hacía, se llevaría mi corazón para siempre.

Si alguien me hubiera advertido de lo que dolía el amor, hubiera evitado enamorarme de ella. Pero ¿a quién quería engañar? Era mentira. La habría amado igual.

—Y me culpo por ello todas las noches. Intenté evitarlo, y no lo conseguí. No pienso volver a intentarlo. Me… me gusta amarla.