Nada más que perder

No necesito manipular a las personas, porque las personas no son como yo. Solo necesito hablar y ellas dirán que sí, porque la amistad es algo normal que las personas normales hacen a diario.

No he perdido a tantas personas como tú, pero las que perdí eran… significativas. Y duele, y lo lamento.

Pero eso no se alineaba con los demás Marchitos que había conocido; no eran X-Men, eran víctimas de un intercambio: renunciaban a algo y perdían su humanidad, pero en su lugar ganaban algo más.

–Todos merecen ser salvados. Incluso los monstruos.

Porque no dejo que una mente alterada me diga qué hacer. Porque quien se supone que debes ser no tiene nada que ver con quién eres realmente.

Son parásitos del mundo, que nunca pueden obtener lo que desean sin tomarlo de nosotros.

–Al igual que todos los seres humanos –comentó el señor Connor.

–Con una diferencia –argumenté–, los humanos pueden detenerse.

. Necesitamos la culpa del mismo modo en que necesitamos el dolor; porque nos recuerda lo que sucedió y nos ayuda a no hacerlo otra vez.

Renunciar a las cosas nunca me ha ayudado antes –afirmó. Hizo una pausa mientras pensaba–. Dejé mi voluntad cuando permití que otras personas tomaran las decisiones que a mí no me agradaban.

El mundo ha cambiado, pero las personas en él son lo mismo que siempre han sido: están tristes, solas y asustadas.

No estoy haciendo esto porque quiero que mi vida sea fácil; la vida es trabajo y el trabajo es duro. Y algunas veces nuestras decisiones son duras. Pero, cuando la alternativa es la extinción, tomas esas decisiones duras y vives con ellas, porque la otra opción es nunca volver a vivir con algo, jamás.