A ti, Claire, ¿te gusta estar sola?
Claire está de pie, altísima, cada vez más bronceada, cada vez más rubia, por encima de la señora Ladon, minúscula, achaparrada, pálida, en su sillón tapizado de color naranja.
Reflexiona.
–Tómate tu tiempo, pequeña.
–La verdad es que no lo sé, señora Ladon.
–Entonces olvídate de mi estúpida pregunta.
Claire se acerca a la puerta vidriera abierta.
–Lo que sé es que he detestado ser huérfana y a la vez he detestado la vida en común. No soportaba vivir a las órdenes de mi marido y las exigencias de mis dos hijas. Pero, dicho esto, la verdad es que no sé si me gusta vivir sola. Creo que me fuerzo a creer que me gusta vivir sola.