El cuervo

mi alma de esa sombra que en el suelo flota...¡nunca
se alzará... nunca jamás!

¡Deja en paz mi soledad!
¡Quita el pico de mi pecho! De mi umbral tu forma aleja...»
Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

Dijo el cuervo: «¡Nunca más!»

Quedé aquesto investigando frente al cuervo, en honda calma,
cuyos ojos encendidos me abrasaban pecho y alma.

Dijo el cuervo: «¡Nunca más!.»

La ventana abrí—y con rítmico aleteo y garbo extraño
entró un cuervo majestuoso de la sacra edad de antaño.

más profundo era el silencio, y la calma no acusaba
ruido alguno

¡Ah! Bien claro lo recuerdo: era el crudo mes del hielo,
y su espectro cada brasa moribunda enviaba al suelo.