La magia de creer

Los principales poderes de la mente consciente son la razón, la lógica, el juicio, el cálculo, la conciencia y el sentido ético de la moral. Con ella conocemos el mundo objetivo a través de nuestros cinco sentidos. Nuestra mente consciente dirige el desarrollo provocado por nuestras necesidades físicas y es nuestra guía en la lucha con nuestro ambiente material. Su función más elevada es la del razonamiento por todos los métodos: inductivo, deductivo, analítico y sintético.

Más concretamente, nuestros pensamientos se manifiestan a través de nuestra mente consciente; a través de ella nos llega una comprensión racional acerca de los objetos y de las personas que nos rodean, de nuestros éxitos y fracasos, de la validez de un argumento o de la belleza de una obra de arte.

Nuestra mente consciente actúa a través de nuestros pensamientos y sensaciones conscientes; y nuestra mente subconsciente actúa permanentemente desde el interior de nuestro ser durante nuestra vida consciente o subconsciente, conforme a nuestras órdenes o sugerencias conscientes, nuestros talentos y saberes cultivados, las experiencias ya aprendidas y memorizadas, entre otras, lo cual implica que hay una permanente interrelación entre nuestras mentes consciente y subconsciente.

A la mañana siguiente, al despertar, la mente consciente comienza a pensar de nuevo en el problema y de pronto aparece ante nuestra visión interior el cuadro mental del mismo completamente solucionado, indicándonos los pasos a dar y la dirección conveniente a seguir para lograr lo que nos preocupaba.

en la vida se obtienen los mejores resultados cuando se logra la más estrecha armonía entre la mente subconsciente y la consciente.

Quizás el método más eficaz de provocar la intervención práctica del subconsciente sea por el sistema de las imágenes mentales, es decir, el empleo de la imaginación. Mediante la imaginación, se perfecciona la imagen de la cosa o situación que deseamos tal y como se produciría en la realidad. Habitualmente nos referiremos a esto con el término de “visualización’’.

Sin embargo, la mayor parte de las manifestaciones se producen como consecuencia de la propia confianza de poder lograr algo. Es merced a esta creencia o fe y a sus extraños poderes que se producen los milagros para los cuales no hay, al parecer, ninguna explicación posible. Me refiero a las creencias profundamente arraigadas, a la convicción firme y positiva que penetra en cada fibra de vuestro ser, a eso que se llama “creer con alma y vida”. A esa convicción, puedes llamarla como quieras: fase emocional, energía espiritual, vibración eléctrica, etcétera; pero esa y no otra es la facultad que produce tan extraordinarios resultados, la que pone en marcha la ley de la atracción y la que permite la correlación del pensamiento con el objetivo. Esta convicción altera el ritmo mental, o sea, la frecuencia de vibración del pensamiento y, al igual que un magneto gigante, impulsa a actuar a las energías subconscientes, cambia nuestra aura personal y afecta todo cuanto nos rodea... e incluso a las personas y objetos que se hallan a grandes distancias. Esta magia de creer atrae sobre nuestra influencia de acción personal hechos sorprendentes, muchos de los cuales ni en sueños podrían parecernos posibles.

Viviendo aquí en los montes, lejos de la gente y de su influencia, he sentido con frecuencia que los que se hallan en estrecho contacto con la naturaleza están en una mejor posición para utilizar la energía de su subconsciencia. Creo que no está lejano el día en que la ciencia demuestre que el poderío del subconsciente es una de las energías más formidables que configuran y rigen nuestra existencia.

Un pensamiento momentáneo, aun cuando posteriormente puede ir revelándonos un fuerte poder acumulativo, muere casi al nacer. Por eso, la energía que pone en juego el gran sistema de la subconsciencia es precisamente el pensamiento sostenido y perseverante, o sea, como dijimos antes, el cuadro mental y permanente de lo que pretendemos. Hay muchos procedimientos para poner en marcha las vibraciones adecuadas del pensamiento consciente para que hagan entrar en acción las energías subconscientes.

Yo he encontrado docenas y docenas de herramientas “extraviadas” exactamente en el lugar donde mi mente subconsciente me decía que estaban.

Ignoro dónde aprendí esto, pero cuando deseo recordar algo —una historia determinada, algún hecho, etc.— que en un momento dado parece escaparse de mi memoria, relajo mi mente, levanto la cabeza, coloco mi mano derecha unos centímetros por encima de la frente y cierro los ojos o contemplo el espacio. Este procedimiento jamás me ha fallado.