El tornado interior me visita al menos una vez por día. Pero ahora cuando me quiere dominar yo digo me quedo, digo me aguanto. Es un ejercicio, le puse «el de la permanencia», y es así: hago un mate, pongo la reposera al sol, armo un cigarrillo y me siento. Trato de engañar con el cuerpo eso invisible que me corre endemoniado por adentro no escapando, no ensayando poner el trompo, la cosa sin gollete al servicio de algo.