Durante un gélido invierno en Montreal, la antropóloga forense Temperance Brennan cava en el suelo helado buscando la tumba donde reposan los restos de la hermana Elisabeth Nicolet, muerta hace más de un siglo, y hoy candidata a la santidad. Un ataúd pequeño y extraño, enterrado en una vieja iglesia quemada, encierra la primera pista del destino de la monja.