el hombre puede correr el riesgo de ser feliz a pesar de todo esto; es más, precisamente partiendo de esta condición existencial debería dedicarse a enriquecer su vida con sensaciones agradables y experiencias estimulantes, a fin de llenar el espacio entre el nacimiento y la muerte no con la honda resignación de los filósofos existencialistas, sino aprovechando y creando de continuo ocasiones de vivir intensamente. Su visión no invita a la rendición, sino a la lucha por la felicidad, pese a los límites que nos imponen nuestra naturaleza y nuestra existencia. Según Camus, lo que ha de guiarnos no es una fe ilusoria, ni una tranquilizadora ilusión, ni un sublime autoengaño, sino la lúcida determinación de realizarnos al máximo nosotros mismos, colaborando o compitiendo con los demás, buscando en la vida todo lo hermoso que en ella podamos encontrar.