El «grupo cognitivo» básico del hombre primitivo estaba formado por estos individuos con los que tenía que relacionarse diariamente y, sostienen los paleontólogos, la evolución de la inteligencia social humana se vio impulsada por su crecimiento. Una vez que el lenguaje se hubo desarrollado, distinguir a un miembro del grupo de otro, e identificar a los propios parientes dentro del grupo, se hizo mucho más fácil; y lo sería aún más con la aparición de las cuentas, los pendientes y demás formas de adorno corporal que permitían a cada uno de sus miembros subrayar su individualidad.