Una lágrima surca mi mejilla mientras leo la inscripción de la lápida. «Benito, siempre estarás en nuestros corazones». Se supone que hoy debería ser un día feliz, pero aquí estamos, bajo la lluvia, despidiendo a un miembro de la familia.
Esa mujer de ahí daría la vida por ti y yo daría la mía por ella. Si a ti te pasa algo malo ella sufrirá, y eso no puedo permitirlo, ¿lo entiendes? —Asiente y Beni lo gira con brusquedad—. Te estoy dando una oportunidad que yo no tuve. No decidí ser quien soy.
El sonido bajo de un cascabel me hace sonreír. Regalárselo por Navidad fue una buena idea. Al menos ahora ya no me sobresalto cada vez que aparece a mi espalda sin avisar.