Este libro forma parte de una trilogía, junto con “El lugar del espectador” y “El realismo de Courbet”, que analiza cierta problemática en la evolución de la pintura francesa entre los comienzos de la reacción al Rococó, en la década de 1750, y el advenimiento del Impresionismo en 1870–80. Las décadas de 1860 y 1870 en Francia también fueron el momento y el lugar en que apareció la pintura moderna (los lienzos de Manet de la primera mitad de 1860–70 son esenciales) y, de hecho, me fijé inicialmente en el período comprendido entre «Père de famille” de Greuze y el «Déjeneur sur l'herbe” de Manet porque, además del intenso magnetismo de las obras en cuestión, pensé que la historia del arte (de la cual no me excluyo) tan solo poseía por entonces una comprensión muy rudimentaria de lo que podríamos denominar la prehistoria de la modernidad. En esta trilogía he intentado realizar un análisis de esta prehistoria, entre otras muchas cosas, revelando una dinámica esencial en el núcleo de su estructura que hasta ahora resultaba insospechada.
La modernidad de Manet desborda el que suele ser un trabajo monográfico de un historiador convencional. El análisis de Fried se centra en la obra del pintor francés con una minuciosidad rigurosa, pero también en los pintores de la generación de Manet y en las críticas que se hicieron a las obras de todos estos pintores. Por otra parte, lo que no suele ser habitual en este tipo de estudios, Fried vuelve sobre un trabajo anterior -»Las fuentes de Manet"-, que incluye en el texto y lo revisa a partir de su propia reflexión y su diálogo, en ocasiones polémico, con las críticas y los vacíos que en su tiempo suscitó.