A veces pienso que llegaré a los cincuenta con uno de veintipocos y un día en el que me sienta inusualmente generosa, lo miraré condescendiente: “Tranquilo, ya se te va a pasar”. Y le entregaré en ese gesto todo mi amor. O sea, a veces pienso que a mí también se me va a pasar. A mi madre no se le pasó, mi padre ya no está con ella y no sólo lo sigue queriendo, sino que lo quiere más.