Dos años antes había descubierto en el desván de su abuelo una cámara fotográfica Linhof Master Technika Classic, que él ya no utilizaba cuando se jubiló, pero que funcionaba perfectamente. Le había fascinado aquel objeto prehistórico, pesado, extraño, pero de una calidad de fabricación excepcional. Un poco a tientas había aprendido a dominar el descentrado, la basculación, la ley de Scheimpflug antes de lanzarse a lo que habría de ocupar la cuasi totalidad de sus estudios artísticos: la fotografía de los objetos manufacturados del mundo.