Los filósofos-mártires acaban proyectando una sombra muy larga sobre quienes llegan después y se sienten irremediablemente intimidados por su grandeza y en deuda con ellos
La muerte de Sócrates, por ejemplo, su forma de morir, se ha vuelto una parte tan inseparable de su legado filosófico que es difícil imaginarlo muriendo de viejo en su propia cama
La muerte de Sócrates, por ejemplo, su forma de morir, se ha vuelto una parte tan inseparable de su legado filosófico que es difícil imaginarlo muriendo de viejo en su propia cama
Así pues, tenemos que mirar la filosofía con otros ojos: en última instancia, filosofar no es pensar, hablar y escribir –ni siquiera realizar estas cosas con audacia y valentía–, sino algo más: decidirse a arriesgar el propio cuerpo.
La filosofía propia no es un material que queda almacenado en los libros propios, sino algo que va con la persona. No es solo un «tema» del que habla el filósofo, sino algo que el filósofo personifica. Esta idea califica la filosofía como un «estilo de vida» o como un «arte de vivir».