Es lógico, esta mañana me vieron leyendo en la playa, ahora me ven leyendo durante la cena y encima no paro de darle besos a mi madre en la cara. Odiadme más, me afecta lo mismo. Ahora solo tengo dos metas. La primera es acabar el libro antes de volver a Sevilla. La segunda es encontrar el momento correcto mañana para dar el último masaje, que no se vaya con seis en vez de siete. No creo que cambie nada, pero prefiero que sea así. Los niños pasan cerca de la mesa y me dedican miradas de burla y desprecio a espaldas de los mayores. ¿Cuál es vuestro problema, chicos duros? ¿Demasiado tarde para el peto de Minnie Mouse?