En el Renacimiento, este fenómeno se convirtió en objeto de fascinación de polímatas y artistas que trataban de explicar la enigmática naturaleza de la visión humana. Leonardo da Vinci señaló su extraordinario poder para recrear los objetos y sus proporciones, y sus investigaciones se ampliaron gracias a pioneros como Girolamo Cardano, que añadió a la cámara oscura una lente biconvexa que permitía enfocar la luz para conseguir imágenes más claras y brillantes, y Giambattista della Porta, que sugirió la posibilidad de crear espectáculos de luz que incluyeran decorados, actores y acompañamientos musicales, anticipándose a la invención de la linterna mágica y el cine: «Nada más ingenioso y hermoso para complacer a los grandes señores que mostrarles en una habitación oscura, proyectadas sobre sábanas blancas enfrentadas a un orificio, escenas de cacerías, banquetes, batallas, juegos y, en definitiva, todo lo que les complace, con tanta claridad y detalle como si aconteciera frente a sus ojos».18
Si bien el inven