Volver todo a su sitio fue relativamente fácil. Los tendones y los huesos conservaban cierta memoria de su sitio; las entrañas hallaron sin esfuerzo un equilibrio aceptable; la sangre encontró a ciegas caminos conocidos. ¡Pero la piel! Tú lo sabes. La piel esa de zafiros, de lirios, de luces que me pusiste, ésa no me la pude quitar.