Con nuestra participación, en cierto modo estamos tolerando unas determinadas instituciones, actividades y formas de vida. No solo tolerándolas, sino sosteniéndolas. Dworkin pidió a las mujeres que se plantearan sus relaciones personales, su trabajo, su existencia cotidiana en el mundo, para ver cómo todo ello requiere nuestra complicidad con los sistemas de opresión y sufrimiento.