Elizabeth Lim

El miedo es solo un juego, Shiori, me recordé. Se gana jugando.

No había alegría en ella, ni calidez. Ni tampoco malicia. Era tan fría como para congelar el mar de la Lira.

—La experiencia y la edad no tienen nada que ver con el corazón —

—Preocuparte por la competencia no te hará mejor cantante ni más feliz —dijo Chiara—. Céntrate en ti misma

—Entonces, después de una semana en casa, tendrás que hechizar a todos tus conocidos para que te olviden.

—Puedes observarlos desde tu pozo de los deseos, pero no ayudarlos. Eso es deber de otra hada, si es que procede.

—Yo no siento la misma pasión por la música que tú, Ilaria. Me encanta escucharla, estar rodeado de ella, pero... —Extendió los brazos hacia las paredes, llenas de violines, violas, violonchelos y guitarras—. Este no es mi sueño.

Estaba rota, como ella. Y no sabía cómo arreglar ninguna de las dos cosas.

Su corazón y su conciencia estaban enfrentados y no sabía a cuál de los dos hacer caso.

La música no tenía tal poder. Había hecho que su abuela derramara una lágrima o dos e inspirado a algunas chicas lo suficiente como para que quisieran tomar lecciones de la señora Rocco, como ella. Sin embargo, a sus espaldas, todo el mundo había dudado siempre de que alcanzara la gloria. Incluso Chiara.

Ya no.