De todos modos, lo que más nos choca de esta fe moderna, en la que los alienígenas tienen la misma función que en la gnosis tenían los seres intermedios entre Dios y el mundo, es el vuelco total de la Alteridad: no solo Otro, el Alienígena, está más desarrollado que nosotros, sino que nosotros somos el producto que los antiguos astronautas inculcaron en primates aún medio bestiales, como nos muestran las primeras secuencias de la película 2001: una odisea del espacio (1968), de Stanley Kubrick, basada en un relato de Arthur C. Clarke. Desde este punto de vista, los antiguos astronautas llevan hasta las últimas consecuencias el «deseo del Otro» con el que nos hemos encontrado en formas más razonables en personajes como Carl Sagan